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Módulo 2 de 8: Masculinidades y subjetividades. Lo masculino y sus valores. El varón como sujeto de enunciación. El mito del héroe. Clasismo y racismo. Paradigma de normalidad, salud, madurez y autonomía.
Contenidos
Lasideas de Rubén Campero sobre la masculinidad y su deconstrucción
Lamasculinidad como dispositivo cultural y la disidencia necesaria
El"asedio" como estrategia de ruptura y la crítica al populismo
Capitalismo,colectivo LGBT y la desarticulación del cuestionamiento
Conexionesprofundas: especismo, categoría humana y carnofalogocentrismo
Otrossaberes y la integración cuerpo-psique-espíritu
Ladeconstrucción de la masculinidad hegemónica: soledad, violencia y la"fábrica" de hombres
El"delirio" de la autonomía masculina y sus consecuencias
Elabandono, la violencia y la "fábrica taylorista" de hombres
Laideología dominante, la histeria masculina y la necesidad de "meterse enla cultura masculina"
Lasublimación, la violencia y la hospitalidad del "extranjero"
Primera parte
Las ideas de Rubén Campero sobre la masculinidad y
su deconstrucción
Rubén Campero presenta una propuesta conceptual rica y
desafiante en el campo de los estudios de masculinidades. Sus ideas giran en
torno a la necesidad de una disidencia radical frente a la masculinidad
hegemónica, interpelando no solo sus mandatos sino también las bases mismas del
pensamiento occidental que la sostienen.
La masculinidad como dispositivo cultural y la
disidencia necesaria
Campero define la masculinidad como un
"dispositivo" o "aparato cultural" que distribuye, organiza
y jerarquiza energías, influyendo en la socialización de todas las personas, no
solo de los varones. Este dispositivo es un productor de sentidos que construye
nuestro "sentido común" sobre el género y otras conexiones sociales.
Frente a este dispositivo, Campero propone la
"disidencia en la masculinidad". Esta postura crítica implica:
- Cuestionar
las normas y expectativas tradicionales.
- Estar
consciente de los márgenes y la exterioridad a la "normalidad"
masculina.
- Enfrentar
la incomodidad y soledad que genera el pensamiento crítico.
- Evitar
simplificaciones o demonizaciones del "enemigo".
- Reconocer
las contradicciones en nuestras propias prácticas.
- Mantener
un cuestionamiento constante a los mandatos sociales.
Esta disidencia, según Campero, requiere un esfuerzo
deliberado para desafiar el "sentido común" y las ideas preconcebidas
sobre lo que significa ser hombre.
El "asedio" como estrategia de ruptura y
la crítica al populismo
Campero introduce el concepto de "asedio" (tomado
de Jacques Derrida) como una estrategia para interpelar y romper con el orden
establecido. A diferencia de una revolución tradicional, el asedio no busca
castigar, sino recordar constantemente que no hay "paraíso de
certeza" ni posiciones absolutas. Implica transitar con criterios éticos y
políticos basados en valores, siempre cuestionando y sin llegar a conclusiones
definitivas.
En este contexto, Campero establece una clara diferencia
entre lo "popular" y el "populismo". Lo popular, si bien
importante, puede contener elementos prejuiciosos vinculados a la tradición. El
populismo, en cambio, extrae y simplifica estas dimensiones prejuiciosas para
apelar a una energía sectaria, demonizando al "otro" y simplificando
problemas complejos. Esta crítica al populismo resuena con la necesidad de
evitar simplificaciones y demonizaciones en la disidencia masculina.
Capitalismo, colectivo LGBT y la desarticulación
del cuestionamiento
Campero señala que el capitalismo neoliberal ha logrado
desarticular la eficacia política del asedio, transformando las causas y
discursos de cuestionamiento en mercancía. Utiliza como ejemplo al colectivo
LGBT tradicional, que en ocasiones se ha "acomodado" y
mercantilizado, perdiendo su capacidad efectiva de cuestionar el sistema. Esto
resalta la urgencia de reformular las formas de cuestionamiento en el contexto
cultural actual, donde la argumentación elaborada compite con la "sabiduría"
de un meme.
Conexiones profundas: especismo, categoría humana y
carnofalogocentrismo
La propuesta de Campero se expande para conectar la
masculinidad hegemónica con problemáticas más amplias:
- Especismo
y ecología: Vincula los modos masculinos violentos, de "arrasamiento
e impunidad racional", con el trato hacia la Tierra, los ecosistemas
y los demás animales. Esta actitud surge de una percepción de separación
entre el ser humano y la naturaleza, subyaciendo a una lógica de
dominación.
- La
categoría "humana" es problemática: Campero argumenta que el
humanismo, si bien creó conceptos valiosos como los derechos humanos,
también ha sido excluyente, generando la categoría de lo
"anti-humano". Históricamente, muchos Homo sapiens (mujeres,
personas esclavizadas, racializadas) no fueron considerados plenamente
humanos, y esta exclusión persiste en ciertos sectores.
- Carnofalogocentrismo:
Retomando a Derrida, Campero explica este concepto como un entramado de la
"carne" (anulación del otro), el "falo" (poder y
jerarquía) y el "logo" (centralidad del pensamiento racional).
Este orden simbólico masculino hegemónico no solo afecta las relaciones de
género, sino también la relación con otros animales, el medio ambiente y
grupos marginados dentro de la propia especie humana.
Estas conexiones profundizan la crítica a la masculinidad
hegemónica, situándola en un marco más amplio de dominación y exclusión.
Otros saberes y la integración
cuerpo-psique-espíritu
Campero enfatiza la existencia de otras formas de saber más
allá del pensamiento intelectual, como el contacto corporal, los olores y las
vivencias. Para él, como animales, accedemos a 80.000 cuestiones que no
necesitan ser capturadas por el aparato cognitivo intelectual para constituir
conocimiento.
El ejercicio sobre el cuerpo, donde se pide a los
participantes meditar y visualizar hombres significativos en sus vidas
("apariciones"), busca precisamente conectar con esta inseparabilidad
de cuerpo-psique-espíritu. Las "apariciones" son entendidas como
manifestaciones mentales que permiten explorar las figuras masculinas sin
necesidad de análisis detallado. Las devoluciones de los grupos, que revelaron
recuerdos de abuelos y padres, miradas al horizonte y deseos de cercanía, reforzaron
la importancia de integrar las experiencias personales en el aprendizaje,
cuestionando la separación tradicional entre lo personal y lo académico.
Segunda parte
Momento de trabajo grupal
La deconstrucción de la masculinidad hegemónica:
soledad, violencia y la "fábrica" de hombres
Rubén Campero profundiza en esta segunda parte de su clase
sobre los costos emocionales y sociales de la masculinidad hegemónica,
analizando cómo esta construcción genera soledad, vulnerabilidad y violencia.
Expone cómo la socialización masculina restringe la expresión emocional y
dificulta el manejo del dolor, llevando a consecuencias perjudiciales tanto
para los hombres como para la sociedad.
El "delirio" de la autonomía masculina y
sus consecuencias
Campero utiliza la canción de Piero "Es un buen tipo mi
viejo" para ilustrar la soledad y el aislamiento que caracterizan la
subjetividad masculina tradicional. Conecta esta idea con el planteamiento de
Elizabeth Badinter en "XY La identidad masculina", que sostiene que
la masculinidad hegemónica se construye sobre tres negaciones: no ser bebé, no
ser homosexual y no ser mujer. Estas negaciones, que buscan mantener una imagen
de autonomía y certeza, son calificadas por Campero como un "delirio de
autonomía omnipotente".
Este "delirio" tiene graves consecuencias: produce
soledad y aislamiento, dificulta el reconocimiento de la vulnerabilidad y la
expresión de emociones como la tristeza, lo que puede derivar en depresión o
violencia. Campero destaca cómo las neuroderechas capitalizan la culpa que
genera esta masculinidad no elaborada, ofreciendo "enemigos externos"
(feminismo, inmigración) para evitar la introspección y el cuestionamiento
personal.
En cuanto al dolor y los duelos, Campero subraya que la
falta de entrenamiento emocional en la infancia incapacita a los hombres para
procesar pérdidas y transitar duelos. Esto los deja "prendados" a la
figura de la pérdida, incapaces de avanzar y susceptibles a la depresión o la
incapacidad de superar relaciones.
El abandono, la violencia y la "fábrica
taylorista" de hombres
Campero describe la vulnerabilidad de hombres de 50-60 años
que quedan sin recursos psicológicos tras rupturas, especialmente si sus
parejas cumplían un rol casi maternal. Argumenta que la socialización
masculina, al enseñar a no mostrar vulnerabilidad ("no llores, no seas
maricón"), deja a los hombres sin herramientas para manejar pérdidas. La
violencia masculina es presentada como un "comodín" de la
masculinidad hegemónica, una respuesta ante emociones que no pueden manejar,
como el miedo o el dolor.
La metáfora de la "fábrica taylorista" es clave
para entender la visión de Campero sobre la familia tradicional. En este
modelo, el padre ejercía una impunidad social para tratar a los hijos como
"piezas". Un hijo homosexual, una "pieza fallada", podía
ser "descartado" sin cuestionamiento social. Esta analogía ilustra
cómo la masculinidad hegemónica no permitía variaciones ni diversidad,
otorgando al padre un poder absoluto y no sujeto a reflexión.
La anulación de la conexión emocional en los varones, desde
la infancia, se traduce en una "producción de discapacidades"
(limitaciones emocionales y psicológicas) que dificultan el manejo de pérdidas,
la adaptación a los cambios y el desarrollo de relaciones saludables, llevando
a problemas como depresión, alcoholismo o adicciones. Esta desconexión
emocional es la raíz de la violencia, al transformar emociones no procesadas en
acciones externas y destructivas.
La ideología dominante, la histeria masculina y la
necesidad de "meterse en la cultura masculina"
Campero argumenta que la maternidad moderna fue
"inventada" por la modernidad para reproducir la ideología dominante
dentro de la familia nuclear, actuando como una "fábrica" de
"hombres de bien". Las madres, desde una posición subordinada, son
las reproductoras de esta ideología.
Una de las ideas más provocadoras de Campero es la propuesta
sobre el "despliegue histérico" en los varones. Argumenta que los
hombres también son "extremadamente histéricos", dependiendo de la
mirada del otro para su confirmación. Gestos de gallardía, pavoneo, o
exhibiciones de seguridad y firmeza son, en realidad, manifestaciones
histéricas. Cuando no obtienen la atención deseada, reaccionan con furia. Esta
histeria masculina ha sido invisibilizada, mientras que las manifestaciones
femeninas han sido patologizadas.
En contraste, la capacidad de expresar emociones y
cuestiones personales, tradicionalmente asociada a la feminidad, es presentada
como un factor de protección para la salud mental.
Campero resalta la importancia de "meterse en la
cultura masculina" para comprender a fondo fenómenos como la pornografía,
la prostitución o la trata, que tienen raíces en aspectos ocultos de la
masculinidad. Cita a autores como Juan Carlos Volnovich ("Ir de
putas"), Bell Hooks ("El deseo de cambiar") y Michael Kimmel
(estudios sobre masculinidades en grupos obreros blancos).
La sublimación, la violencia y la hospitalidad del
"extranjero"
Campero cuestiona los límites de la sublimación de la
violencia masculina, señalando que la línea entre la sublimación (ej.
videojuegos violentos, caza) y la expresión directa de violencia puede ser
difusa. Aunque reconoce la necesidad de canalizar impulsos agresivos, advierte
sobre la complejidad y la posible transformación de actividades aparentemente
sublimatorias en violencia real.
Finalmente, Campero enfatiza que los cuestionamientos deben
servir para "tensionar posiciones" y no para crear nuevos dogmas.
Aboga por una actitud de cuestionamiento constante y advierte sobre el peligro
de las certezas absolutas, que pueden llevar al fascismo.
En este marco, la "hospitalidad" (citando a
Emmanuel Levinas), entendida como "dejar entrar al extranjero" sin
pedir credenciales, se convierte en un modelo de "estar disponible"
en espacios pedagógicos. Esto, a diferencia de solo "dar datos",
permite generar deseo en los varones por reflexionar sobre su masculinidad, su
cuerpo y su subjetividad, activando su potencial y abordando problemas como la
depresión y la violencia. Ante la incredulidad sobre la violencia extrema (ej.
explotación de menores), Campero sugiere no "extrañarse" en exceso,
sino contextualizarla históricamente, reconociendo que la capacidad de sentir
placer ante la violencia ha sido parte de la historia humana, sin por ello
naturalizarla.
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