Propiciar la
participación ciudadana en políticas de seguridad y en la conducción policial
del gobierno civil: a cerca de los desafortunados incidentes policiales en
Barrio Solidaridad.
El caso
del asesinato policial de Nahuel Salvatierra en barrio Solidaridad y del
posterior accionar presuntamente represivo a vecinos jóvenes del barrio el
domingo pasado; resultan indicadores claros de una institución policial que se
desmembra entre las cúpulas de conducción policial y del propio Ministerio de
Seguridad, y las bases que operan en el territorio. Ha ocurrido antes en épocas
de crisis social, como en los setenta; cuando se relajó el control
institucional de la seguridad frente al fantasma creado políticamente del
enemigo interno; época en que los ciudadanos pensaban “por algo será”, cuando
los grupos policiales desaparecían personas.
Es por lo
tanto fundamental que la política de la conducción policial sea observada por
legisladores y jueces, y caiga el peso de la ley sobre policías que pueden
cometer abuso de autoridad hasta situaciones como la muerte. Sin embargo, la
apuesta debe ir más lejos y plantea un profundo problema de gobernabilidad que
tensiona la participación y la representación política. En materia de
seguridad, nos debemos una democratización real de las fuerzas. Muy poco se
hizo desde la dictadura, y esa escacés de voluntad obedece a la fantasía de
grupos políticos que creen controlar las instituciones de seguridad, siempre en
un delicado equilibrio. Porque comienzan matando a los pobres que parecen mas
distantes y distintos que nunca antes en las democracias representativas
neoliberales como la actual, y se extienden sobre el propio poder político.
Pasó en los setenta.
Pasar por
situaciones límites como la muerte de seres queridos en manos de quienes hacen
uso de la fuerza legítima del gobierno como es la institución policial (como
también el ejército, la gendarmería y la marina); tiene que ser capitalizado
por los familiares y fundamentalmente por los jóvenes; como un compromiso
constante para la democratización de las fuerzas de seguridad. Empieza por
mínimos esfuerzos por organizarse; los que necesitan ser acompañados y continuados
por representantes políticos y funcionarios comprometidos, capaces de dejar a
un lado el oportunismo político de construcción de agendas propias para
acrecentar o mantener el poder; y trabajar en serio por la inclusión de las
opiniones y decisiones de los vecinos en la seguridad.
Participar
implica efectivamente tomar parte de las decisiones de gobierno en la
conducción, frente a la mera representación que implica hacerse presente de
alguna manera, pero no estar efectivamente en la acción.
En toda la
década pasada se intentó desarrollar una seguridad ciudadana sin éxito. Porque
el proyecto confundió la participación efectiva con la representación. Se
convocó a los vecinos a opinar sobre lo ya decidido. Es hora de que legisladores
y jueces trabajen para abrir la institución policial al control y a la proximidad
de la gente; como lo piensan silenciosamente importantes sectores de la propia
institución policial que poco pueden hacer frente al poder altamente
discrecional del Ejecutivo y del propio poder de Policía, ocupados en la
emergencia de conducir una fuerza que mas temprano o más tarde, le resulta
hostil desde sus bases.
Legisladores,
jueces, militantes y vecinos; comprometámonos con la democratización policial;
por Nahuel Salvatierra, y por cada caso de jóvenes salteños abusados por el
poder policial que se va tornando inmanejable en un estado que es cada día un
poco más represor para instalar el disciplinamiento necesario que exige la
extracción de riqueza a los que menos tienen.
Ver extractos publicados en artículo La Gaceta Salta
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