Norbert Elias se percibió a sí mismo —y fue percibido por el campo académico— como un marginal durante buena parte de su vida y trayectoria profesional. Esta marginalidad no fue solo una circunstancia biográfica, sino también un lugar epistémico desde el cual construyó su pensamiento sociológico original y desafiante.
Marginalidad personal y estructural
Elias, judío nacido en Alemania y marcado por las
experiencias de la Primera Guerra Mundial y el ascenso del nazismo, se
convirtió en exiliado tras la llegada de Hitler al poder. Su madre fue
asesinada en Auschwitz, hecho traumático que lo acompañó toda la vida. Estas
vivencias, según sus propios relatos, lo colocaron en una posición de
"extrañeza" respecto del centro de las instituciones académicas y de
los discursos dominantes. Él mismo vinculó su condición de marginal con una
mayor capacidad de análisis: al verse "desde fuera", pudo observar
críticamente las estructuras ideológicas y sociales que otros daban por
sentadas.
Durante su exilio en Inglaterra, no logró durante décadas
ser reconocido como un académico central. Incluso después de publicar El
proceso de la civilización en 1939, la obra pasó prácticamente
desapercibida durante más de treinta años. Fue recién en los años 70 que
comenzó a recibir reconocimiento, principalmente en Alemania y Holanda. En sus
propias palabras, sus ideas eran consideradas “manías continentales” por muchos
colegas británicos, especialmente por la generación más joven, que las
consideraba demasiado alejadas de las modas intelectuales de la época. Esta
falta de validación institucional lo reforzó como figura excéntrica y marginal.
La marginalidad como lugar de producción teórica
Elias transformó esa posición marginal en una plataforma
epistemológica. Su teoría sobre la relación entre "establecidos y
marginados" se alimenta directamente de su experiencia como judío en
Alemania y como outsider en la academia inglesa. Según esta teoría, los grupos
establecidos estigmatizan a los marginales cuando estos desafían el orden
social o ponen en cuestión la identidad de los que ocupan el centro. En este
marco, los judíos alemanes representaban una minoría educada que, pese a la exclusión,
no aceptaba una posición de inferioridad, lo que generaba rechazo en las
mayorías.
Además, su propuesta teórica sobre las
"figuraciones" —interdependencias entre individuos en constante
transformación— nace como respuesta crítica al dualismo simplista entre
individuo y sociedad. Desde su posición periférica, Elias propuso un enfoque
integrador, de largo plazo, que desafía tanto el psicologismo como las visiones
estructuralistas cerradas.
Reconocimiento tardío y legado marginal
A pesar de su reconocimiento final y de la creciente
influencia de su obra, Elias nunca dejó de considerarse un marginal, ni
abandonó su papel de crítico frente al orden académico establecido. Él mismo
declaró:
"Nunca he perdido la fe en mí, la fe en que podía
producir algo relativamente importante [...] Esta fe no se ha visto perturbada
por nada".
Para Elias, esa marginalidad fue también una forma de
libertad intelectual: lo preservó del dogmatismo y le permitió sostener una
sociología crítica, no ideológica y alejada de modas académicas efímeras.
En síntesis, la marginalidad de Norbert Elias no fue solo
una condición impuesta por su tiempo histórico, sino también una postura activa
desde la cual construyó una de las contribuciones más originales a la teoría
sociológica del siglo XX.
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