La masculinidad tradicional heterosexual, definida en gran
medida por el miedo a ser percibido como mujer, niño u homosexual, impone un
conjunto de negaciones que tienen profundas implicaciones en la salud mental de
los varones. Este modelo, no construye hombres fuertes, sino crea una identidad
frágil y tenue, como señalan Bonino Méndez (2002) y Kimmel (1998). La constante
supresión de rasgos asociados a lo femenino —como la ternura, la compasión o la
emocionalidad— lleva a una desconexión interna que Córdoba (2019) describe como
una "mutilación deshumanizadora" y un "caparazón afectivo".
Este ideal de masculinidad, inalcanzable y fantaseado, genera en los hombres confusión,
dolor y la sensación de "impotencia vital", según Kimmel (1998),
afectando directamente su autoestima y dejando una herida narcisista.
Las consecuencias del modelo hegemónico exceden el ámbito
psicológico y se extienden a los modos en que los varones se vinculan. Las
vemos en algunos rasgos conductuales que a continuación enfocamos. La necesidad
de validación homosocial, es decir, la aprobación de otros hombres somete al
varón a una constante presión para demostrar su virilidad, lo que dificulta la
construcción de vínculos emocionales profundos y fomenta la competencia, como
afirma Córdoba (2019). El repudio de lo femenino y la homofobia son mecanismos
de defensa que contribuyen al sexismo, la misoginia y el heterosexismo, creando
un estilo vincular inestable y confrontativo, según Bonino Méndez (2002).
Además, la imposición de ser autosuficiente e invulnerable lleva a los varones
a aislarse y a no pedir ayuda, incluso en situaciones graves, limitando su
capacidad de interdependencia, como lo expresaban en la Conferencia de la
Diplomatura en Masculinidades (Córdoba y Casals 2025).
Si hablamos del cuerpo, en el ámbito de la salud física, la
"cultura del aguante" y la asociación de la "hombría" con
la capacidad de correr riesgos y soportar el dolor se traducen en
comportamientos de riesgo y en el descuido de la propia salud, lo que aumenta
la morbilidad y la mortalidad masculina, según Bonino Méndez (2002). Este
modelo de masculinidad hegemónica es, en sí mismo, un "factor de riesgo
para la salud y la vida propia y ajena", propiciando enfermedades
somáticas y psicológicas. La imposición de esta masculinidad a través de
prácticas de castigo e injuria, como el uso de apelativos despectivos,
"instituye" en la psique mandatos que promueven comportamientos
temerarios y dañinos, como señala Casals (2013).
A continuación, cito escena de un pequeño cuento a partir de
etnografías propias sobre varones en contexto rural en la región sur este de
Salta. A modo de ilustrar la cultura del aguante y la hombría.
La lluvia no daba tregua. Caía sobre la camioneta roja, sobre la gris, sobre los árboles, sobre el barro que ya había transformado el suelo en una masa espesa y traicionera. Adentro, Marcos, Julio y Gustavo apenas se escuchaban. El motor de la camioneta roja, la de Marcos, rugía con furia, intentando aferrarse al camino de tierra. Los tres se miraban, sus rostros iluminados a ratos por la luz del tablero.
Marcos sentía la tensión en su mandíbula. El terreno, que conocían de memoria, era ahora una trampa resbaladiza de pendientes pronunciadas y pozos invisibles. En la oscuridad, solo los faros lograban perforar un poco de la impenetrable noche. Sabía que la cacería de los chanchos se había convertido en un riesgo innecesario, una apuesta al azar que su orgullo no le permitía dejar. La imagen de los cerdos, ya cazados, en la caja de la camioneta de Julio, le recordaba que no podían volver con las manos vacías.
El recuerdo del texto que habían discutido el día anterior en el fogón, "La masculinidad tradicional...", se coló en su mente. Le molestaba la idea de que su deseo de demostrar valentía fuera una "identidad frágil y tenue". Le molestaba aún más que lo que sentía ahora, ese miedo latente a que algo saliera mal, lo calificaran como una "mutilación deshumanizadora". La "cultura del aguante" le pesaba. Julio y Gustavo, sentados a su lado, seguramente sentían lo mismo. No había lugar para la ternura o la compasión en esa noche. Solo la necesidad de demostrar que eran capaces.
De repente, la rueda delantera derecha patinó. La camioneta se inclinó, el corazón de los tres se disparó. Marcos giró el volante con desesperación. La camioneta se sacudió, el barro salpicó los cristales. Por un momento, creyeron que volcarían. El aliento quedó atrapado en sus gargantas. Marcos pensó en su esposa, en sus hijos, en la ridiculez de arriesgar la vida por una cacería. Pero la noción de ser "cobarde" era un peso más grande que el riesgo de la muerte. La camioneta se enderezó. El motor seguía rugiendo, los faros alumbraban la noche. El silencio se instaló. La lluvia seguía cayendo. Y la cacería continuaba.
FFrente a este panorama, las "masculinidades
positivas" proponen un camino alternativo, buscando construir una
identidad basada en la afirmación y no en la negación, como se plantea en el
trabajo de Comba. Esto implica promover la autenticidad y la emocionalidad,
permitiendo a los varones ser "disidentes de la masculinidad
hegemónica" (Conferencia Diplomatura en Masculinidades, Córdoba y Casals
2025) y hablar de sus miedos y vulnerabilidades sin ser juzgados. El objetivo
es conectar a los hombres con sus propias emociones y deseos, educándolos en el
"placer que genera cuidar a otros" (Bonino Méndez, 2002) y en la
noción de que la expresión emocional es un derecho humano.
Las masculinidades positivas impulsan la afirmación de
relaciones equitativas y de cuidado, fomentando la corresponsabilidad en las
tareas domésticas y de crianza, desmitificando la idea de que los varones
"no saben cuidar" (Promundo, 2017). Se busca que los hombres sean
"aliados activos" en la lucha por la igualdad de género (Bonino
Méndez, 2002), desafiando el "corporativismo viril" y la homofobia. Y
promueven también la responsabilidad y la justicia social, invitando a los
varones a "desnormalizar" las normas hegemónicas y a reconocer sus
privilegios patriarcales (Promundo, 2017). Se alienta la creación de nuevas
identidades no rígidas que valoren el "bienestar y el desarrollo
compartido" en lugar de la dominación (Bonino Méndez, 2002).
Sucede que la masculinidad tradicional, construida sobre el
miedo, tiene efectos perjudiciales para la salud mental, relacional y física de
los varones. Asi como las "masculinidades positivas" proponen un
modelo de identidad basado en la afirmación, la emocionalidad, la equidad y la
responsabilidad social, abriendo el camino hacia una masculinidad más sana y
plena para los propios hombres y para todxs.
Citas
Bonino Méndez, L. (2002). Los varones ante el problema de la
igualdad con las mujeres. En Lomas, C. (ed) ¿Todos los hombres son iguales?
Identidad masculina y cambios sociales. Barcelona: Paidós.
Kimmel, M. (1998). Homofobia, temor, vergüenza y silencio en
la identidad masculina. En: Valdés, T. y Olavarría, J.
(ed.) Masculinidad/es: poder y crisis. FLACSO.
Córdoba, MG (2019). Representaciones sociales e identidad
viril: un estudio tucumano de las prácticas instituyentes de masculinidad.
Revista Temas de Mujeres 15. Vol 15, n°15. CEHIM
Casals, Darío y Córdoba, Gabriela (2025) Conferencia
"La incomodidad de trabajar masculinidades. Un desafío profesional y
personal para intervenir con varones". UNT, Secretaría de Posgrado e
Investigación. https://youtu.be/gMOVhsqZmMo
Revisado 15 agosto 2025.
Ibarra Casals, D. (2013). Misoginia Masculina: Expresión y
Etiología de la Misogina en la Intersubjetividad Heterosexual. CONEXOES
PSI. v. 1, n. 1, p. 77-93, jan./jun. 2013.
IPPF/WHR y Promundo (2017) Estado de la paternidad:
América Latina y el Caribe 2017. IPPF/RHO, Promundo-US.
Comba, S. (2021). Introducción al trabajo con varones
que ejercen violencia: Lo que hay que tener en cuenta para la intervención
profesional. Ministerio de la Mujer de la provincia de Córdoba
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